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PATIO HERRERIANO

 

Veinte años han transcurrido desde que el Museo Patio Herreriano abriera sus puertas en Valladolid por primera vez.

 

En la presente exposición se dan cita una serie de capas temporales que, conectadas entre sí, han dado forma al Museo tal y como lo conocemos hoy.

 

Un tiempo pretérito en el que el Monasterio de San Benito empieza a forjarse sobre la traza del Alcázar Real, donado a la Orden Benedictina por Juan I de Castilla en un punto estratégico dentro de la estructura urbana de la ciudad. Un tiempo pasado en el que el edificio se ennoblece de la mano del arquitecto Juan del Ribero Rada para pasar dos siglos después a manos del ejército, que lo transforma uniéndolo al vecino convento de San Agustín y que culmina en una fase de ruina y abandono. Un tiempo presente en el que el edificio recupera su esplendor a través de su rehabilitación arquitectónica ligada a una intensa actividad cultural, y por último, un tiempo futuro en el que el Museo deberá afrontar retos nuevos que aún ni imaginamos.

 

El espacio expositivo se organiza en dos recorridos complementarios. Uno epitelial lineal, cronológico y ordenado en el que se exponen de forma secuencial las vicisitudes del monasterio de San Benito El Real a lo largo de su historia, y otro nuclear, orgánico, aleatorio y fluido en el que se reflejan las intenciones del proyecto y del universo creativo de Juan Carlos Arnuncio, arquitecto director del equipo -formado, además, por Javier Blanco y Clara Aizpún- encargado de la rehabilitación del edificio.

 

La exposición cede el protagonismo al espacio en la capilla de los Condes de Fuensaldaña, en la que se condensan las intenciones la intervención y donde conceptos como la memoria, la luz o el paso del tiempo se hacen presentes con singular intensidad. La propuesta que Emilio Pemjean, como una suerte de matrioska, plantea con su misteriosa caja blanca un sugerente juego temporal.

 

En este vigésimo aniversario de la inauguración del Museo de Arte Contemporáneo Patio Herreriano, es tiempo de rendir homenaje a la figura que lo hizo posible y tiempo también de poner en valor su arquitectura trascendente y silenciosa que da generoso cobijo a lo mejor del arte contemporáneo español.

Miriam Ruiz Íñigo

Comisaria

 

Capilla y Sala 9

 


 

 

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